LAUZIER, el lápiz corto punzante

Gérard Lauzier falleció en París el pasado 6 de diciembre. El autor francés de historietas no murió envenenado al morderse la lengua como muchos hubieran querido, sino víctima de un cáncer. Tenía 76 años. Sus retratos sarcásticos de la burguesía francesa dejaron la sonrisa congelada en la cara de sus inspiradores. Un humor que produce esta mueca final cuando combina fiereza y certera puntería: uno de los blancos favoritos de Lauzier fueron la izquierda exquisita francesa y sus retoños radicales. No por ser de izquierda sino por ser un yacimiento inexplorado de comportamientos ridículos. Poco acostumbrados a ser caricaturizados en el país del sacrosanto mayo del 68, el patriciado progresista le acusó de reaccionario. En 1978, Lauzier declararía: “Algo que me deja estupefacto: Se dice que el cómic para adultos surgió a raíz de 1968 y todavía no he visto una historia de cómic que cuente lo del 68. Los autores se masturban el cerebro para realizar historias sin interés alguno, cuando la mayoría forman parte de esa generación salida del 68. ¡Y eso que es interesante lo del 68! Yo lo viví como espectador, pues estuve todo el tiempo metido en la Sorbonne y en Odeon, pero no fui parte activa; no era para mi edad. Me encantaría leer un cómic sobre este tema”.


Así, además de reaccionario, también debió cargar con el estigma de pedante. Y no lo era. Sencillamente, Lauzier detectó una gran bolsa de tontería humana en los izquierdistas divinos, falsamente liberados en materia de sexo, casi tan preocupados por la pobreza en el mundo y la ecología como por la gastronomía de diseño y la cultura del vino; feministas porque el feminismo era lo que se llevaba. Pero también tenía munición crítica para la familia y el mundo empresarial, y para él mismo. Nacido en Marsella el 30 de noviembre de 1932, Lauzier se licenció en Filosofía y dejó sin completar los estudios de Arquitectura. Entre 1956 y 1964 vivió en Brasil, donde fundó una agencia de publicidad y se inició en el humorismo gráfico. Pero en nuestra azotada Latinoamérica el virus golpista ya se hacía sentir con fuerza. El golpe de Estado contra Joao Goulart hizo que regresara a Francia.

'PILOTE'

Tras publicar en revistas como Paris Match y Lui, en 1974 editó el álbum Lilí fatal y comenzó su colaboración con la publicación Pilote, donde apareció su larga serie Cosas de la vida. Eran los tiempos del boom del cómic adulto en Francia y Lauzier se convirtió en ariete de la corriente con su vitriólica visión de la cotidianidad, cantera inacabable de materia prima. Las historias de Lauzier nos hacen mirarnos en el espejo del absurdo cotidiano. Esa mirada a nuestras contradicciones y miserias. “El cómic infantil no me interesa en absoluto, y me veo incapaz de hacer una historia de ese corte –señalaba el dibujante–. Además, el cómic infantil ha sido ya muy explotado. Lo que hay de maravilloso en el comic para adultos -en lo concerniente a las historias- es que no hay nada. Contamos con buenos dibujantes, pero los buenos guionistas escasean. No leo cómics porque me aburren. Encuentro la materia sin consistencia. ¡Ya quisiera yo leer cómics para adultos, pero que me ofrezcan algo que valga la pena! La mayor parte de las veces, con sólo leer unas viñetas ya sé lo que va a pasar. Claro que hay excepciones, pero por lo general, en un campo tan nuevo, tan rico, que atrae a los jóvenes, me sorprende tanta pobreza y la depauperación profunda del cómic para adultos. Compro todas las revistas, porque es mi trabajo, y tengo que decir que me cuesta muchísimo dar con una historia en la que no se tome al lector por un gilipollas. Y eso me sorprende, pues el cómic es un modo de expresión en el que el autor goza de campo libre. Si uno se dedica al cine o a la novela, se ve obligado a inscribirse en una tradición, se ve obligado a hacerse sitio entre un centenar de personas que nadan en la misma dirección. En el mundo del cómic, estás solo, no hay nada. Tampoco comprendo por qué no se cuentan historias para adultos que sean interesantes. No sólo lo que se hace no ofrece ningún interés, sino que encima se trata de ciencia-ficción, de historia, de surrealismo, o bien es algo totalmente hermético. Me sorprende asímismo que no se haga más cómic de la vida de cada día; y no soy el único que lo dice, ya que WOLINSKI escribió un artículo a ese respecto en "Charlie".



La trilogía formada por La carrera de la rata (1978), Querer no es poder (1980) y Recuerdos de un joven (1983), obras en las que arden respectivamente un publicista con ínfulas literarias, un triunfador maduro y un pobre niño rico, le coronaron campeón de la sátira social contemporánea. La compañía teatral barcelonesa Dagoll Dagom adaptó historietas de Cosas de la vida en Glups!! (1983) y La carrera de la rata como Cacao (2000). También en su país, mitificado como el paraíso del cómic, Lauzier descubrió que el teatro permite ganarse la vida bastante mejor que la historieta. Y no digamos el cine. T'empˆches tout le monde de dormir (1982) fue la primera película que dirigió y Le fils du français (1999), la última, mientras que Mi padre, mi héroe (1991), protagonizada por Gérard Depardieu, supuso su mayor éxito. Suyos son también los diálogos de Astérix y Obélix contra César (1999). Diario del artista (1992) supuso tanto el regreso de Lauzier al cómic como su lamentable despedida del medio.



Parita Liche