Mi jardín es mío



Cuando el juez le preguntó por todos los crímenes de los que se le acusaba, él se mostró ofendido, como si le estuviese haciendo una pregunta de carácter personal, casi íntimo. Bajo la vista lo que dura un pestañeo y luego miró directo a los ojos al magistrado:
- Perdone, señor Juez, pero es que no sé a qué viene ahora esa pregunta. La justicia debería arreglar otros problemas que hay, que no son pocos. Hoy en día hay mucha delincuencia callejera, no puedes salir a la calle con la inseguridad que hay, deberían preocuparse de las cosas que realmente importan a la gente. Además, aquello por lo que me pregunta sucedió hace mucho tiempo.
Los asistentes judiciales se miraron. Parecía que se dividían entre los que apoyaban lo que decía el acusado y los que escuchaban incrédulos el cinismo del individuo.
Entonces el juez le preguntó por todos los cadáveres que se encontraron enterrados en su jardín.
- ¿De verdad me pregunta ahora por eso? Han estado enterrados ahí siempre y me pregunta ahora. Si de eso hace décadas, ya casi ni me acuerdo. Además, ¿Usted qué se cree? Aquellos que estaban enterrados no eran ningunos santos, sabe, también mataron y enterraron a otra gente, no se me puede echar la culpa a mí por todo lo que ocurrió si aquí nadie está libre de pecado. Nadie.
El hombre parecía debilitado por el inevitable paso de los años, los que le habían otorgado un aspecto de anciano inofensivo y débil, impresión que él mismo se encargaba de borrar con visos de una pasada y decadente soberbia.
El fiscal mostró las pruebas en las que se demostraba que el acusado era el principal sospechoso de las desapariciones y asesinatos de todas esas osamentas humanas que se habían exhumado en su propiedad.
- Sí, vale, Señor Juez, puede que haya sido yo - admitió el anciano -, pero no tiene ningún sentido que me juzguen ahora. El mal ya está hecho. Lo único que conseguirán con esto es reabrir las heridas del pasado. No me deberían juzgar, es mejor dejar las cosas como están; no tiene ningún sentido acusarme de algo que hice en defensa propia hace muchos años. Además, los cadáveres estaban muy bien en mi jardín, no sé para qué los tuvieron que desenterrar si estaban descansando en paz. Estaban todos juntitos en una fosa, ya no sentían nada y estaban bien. Además, tenía el jardín precioso y ahora parece un pantanal. Los han sacado para montar un circo. Yo creo que usted lo único que quiere es acusarme para desviar la atención de otros temas importantes, ¿verdad?
El juez le preguntó si tenía algo más que declarar.
- ¡No me pueden acusar por lo que hice! Además, por aquel entonces en mi casa yo hacía mis leyes y no era delito hacer lo que yo quisiera. Era mi casa. Si yo tenía que matar a alguien lo mataba, no iba en contra de mi ley. Yo no soy como esos partidarios de Kant que creen que hay valores universales como los de no matar, no agredir y todos cuentos. Yo soy partidario de las leyes, y si en aquel entonces yo hacía la ley no cometía ningún delito. Así que están todos en un error por querer reabrir heridas del pasado.


Tras escuchar las declaraciones del principal acusado, al jurado no le quedó más opción que retirarse a deliberar.


Párita Liche