AÑOS DE RECHAZO Y MELANCOLÍA



Fotos de Morrissey en Irlanda: Aoife O`Brian





So : the choice I have made
May seem strange to you
But who asked you, anyway ?
It's my life to wreck
My own way”

Alma matters


Aún conserva el pelo suficiente para peinar, aunque con canas, su eterno jopo. Ha engordado, pero los años no han podido con su falta de pudor y aún mantiene la costumbre de lanzar la camisa al público cuando acaba un concierto. De hecho, la fotografía que ilustra la portada del primer sencillo de su último álbum, “Years of refusal”, lo muestra junto a sus músicos desnudos, con un vinilo de siete pulgadas que esquiva a la censura y custodia la fama de provocador nato de Mozz – como lo llaman (mos) sus incondicionales –. Mentón sobresaliente, patillas y el ímpetu de antaño. El mismo al que le gusta parecer inquebrantable y duro, pero que se sabe sensible y que canta al amor no correspondido, a la soledad padecida y a la tortura de recordar que cualquier tiempo pasado fue peor, pero no mucho mejor que el que viene. Esta es la enésima ocasión en la que anuncia la retirada, pero sabe que su única forma de expresión eficaz consiste en cantar su vida, y dejar de hacerlo es abandonar la idea de sentirse vivo.

Las expectativas con Morrissey siempre son altas. Y no es para menos considerando la tremenda herencia de The Smiths. Esas hermosas melodías y trágicas letras a las que Mozz nos tiene acostumbrados. Y Years of refusal no desentona.

Stephen Patrick Morrissey es inglés por casualidad —sus padres, irlandeses, emigraron a Inglaterra poco antes de su nacimiento –. Desde pequeño mantuvo una estrecha relación con su madre, mientras que cada vez tomaba más distancia debido a la tensa e incluso a veces inexistente relación con su padre. Sus primeras influencias musicales y literarias forjarían su personalidad de por vida, como los grupos femeninos de los 60s, la escasa filmografía de James Dean o la lectura de Oscar Wilde y Goethe. Su talento era desbordante, así como su fortaleza física, la que lo ayudó a superar las peores consecuencias del acoso que sufrió en la escuela por su inusual sensibilidad y dificultad para integrarse. Ya alejado de aquellos años de rechazo (Years of refusal) reconoce que se sintió solo y presionado sin saber qué hacer con su vida, y que sólo la música, la lectura y alguno que otro medicamento le sirvieron de refugio. (“Then I'll tell you the story of my life: Sixteen, clumsy and shyThe story of my life”,Half a person). Ahora que acaba de cumplir medio siglo (nació el 22 de mayo de 1959 en Davyhulme, cerca de Mánchester), no puede congratularse de que las cosas hayan cambiado demasiado.

Durante la década de los 80s su banda, The Smiths – una banda que la crítica sitúa en el germen del indie y el brit pop de los 90s y fuente posterior del sonido de grupos como Oasis o Blur no sólo sorprendió con su sonido, así como también con las continuas referencias literarias y cinematográficas en sus letras o en las portadas de sus álbumes. La polémica, la controversia y la provocación a los más puritanos y a toda autoridad de la Inglaterra de la era Tatcher no cesaron. Hasta que a fines de los 80s la banda se disolvió por diferencias creativas y Morrissey comenzó su carrera en solitario, con mucho por decir y con incunables de la música ya a sus espaldas gracias a una genialidad aún casi sin explorar y que auguraba lo que el paso de los años ha subrayado.

Todo lo que calló en su infancia lo ha cantado por escenarios de todo el mundo. Sus letras son tan personales y las referencias a episodios vitales tan concretas que cuesta creer que encajen en melodías redondas y optimistas. Morrissey contrasta su apariencia burlona con letras desgarradoramente bellas en las que admite el fracaso y niega la existencia de millones de incondicionales por todo el mundo cuando declara que morirá solo, y que lo peor de todo es que está acostumbrado a estarlo, y es así como quiere acabar su vida. En su última gira, que aún le lleva por decenas de ciudades de todo el planeta, un seguidor le gritó: “Te quiero Morrissey”. Él respondió: "No se me puede querer, soy como un perro callejero… no hay caso". Así, el perro viejo Morrissey no cree en la esperanza y se regocija en el dolor hasta el punto de parecer que desea que quede como la firma y señal de su identidad. Tal es su fracaso en el amor que en alguna ocasión se ha declarado asexual —algunos lo han llamado "la Thatcher del brit pop" –. Ese fracaso en el amor ya lo cantaba como líder de los Smiths en 1984 en su “How soon is now” (“I am the son, and the heir, Of a shyness that is criminally vulgar. I am the sonand heir , Of nothing in particular. You shut your mouth , How can you say , I go about things the wrong way, I am Human and I need to be loved , Just like everybody else does”), considerada una de las mejores canciones de la historia de la música inglesa junto a “There is a light that never goes out”, otra de sus obras maestras.

Este rudo británico es débil. Por eso sus canciones son rudas y son débiles. Buen ejemplo de ello es “I'm Throwing My Arms Around Paris”, su último single. En él aparca la estridencia y, por enésima vez, confiesa que nadie le quiere: “I`m throwing my arms around Paris because only stone and steel accept my love” (“Extiendo mis brazos alrededor de París porque sólo el acero y la piedra aceptan mi amor”).

Otra obsesión y refugio de Mozz son las ciudades. Si en su anterior trabajo, “Ringleader Of The Tormentors” (2006), abrazó a Roma para aplacar su dolor, en su último disco París es el bálsamo de su sufrimiento, y donde vivió y compuso durante una temporada, como ocurrió antes con Londres o Los Ángeles. Su pasión irracional o rechazo exacerbado hacia sus guaridas le han llevado a meter la pata en más de una ocasión. Durante su estancia en Los Ángeles escribió “America is not the world”, en la que afirmó que Estados Unidos nunca tendría “un presidente mujer, negro o gay”. No tardaría en alabar lo que antes rechazó y terminaría rendido ante la grandeza de “la primera nación del mundo”, aunque jamás ante George Bush, contra el que arremetió por sus “habilidades” para la guerra. Un punto caliente más en la biografía de Morrissey es su amor–odio hacia Inglaterra. Desde Margaret Thatcher a Tony Blair no ha parado de reprobar a los políticos de su país. Buena cuenta de ello es su canción “Margaret on the guillotine” (“Margaret en la guillotina”) que no pocos problemas le trajo con las autoridades. Se le ha tachado de traidor a la patria, pero en otras ocasiones también de patriota. En este sentido tampoco ha faltado a su cita con la controversia: si la prensa criticaba su ambigua relación con Inglaterra, él recordaba que, en realidad, es irlandés. Episodio que se zanjó con “Irish blood, english heart” (“Sangre irlandesa, corazón inglés”), y cuyo título no da lugar a la duda (“I've been dreaming of a time when. To be English is not to be baneful. To be standing by the flag not feeling shameful, racist or partial”).

Morrissey también es vegetariano y activista de la causa. Desde los once años es un ávido defensor de los animales y conocido es su apoyo incondicional a PETA (People for the ethical treatment of animals, en su sigla en inglés). En 1985, llevo a The Smiths cantar “Meat is murder” (“La carne es un crimen”), y no ha dado un solo paso atrás, sino todo lo contrario. En un reciente concierto en California, Morrissey se fue del escenario en mitad del espectáculo para desconcierto de los asistentes. Le había ofendido oler “carne quemándose”. Y era cierto: a escasos metros del escenario cocinaban asados para dar fuerza a los asistentes al festival en el que participaba. “Ruego a Dios que sea carne humana”, dijo el artista.

Celoso de su trabajo y de todo producto con su rostro y voz, el cantante pidió a sus fans que, si lo querían, no compraran "el falso lanzamiento de “Morrissey live at the Hollywood Bowl”, un concierto brillante pero que la compañía Warner produjo sin el consentimiento del principal protagonista. “Es el trabajo de unos sacacuartos e insto a la gente a que no lo compre. Por favor, gasta tu dinero en cualquier otro sitio. Gracias”. Y es que Morrissey ha controlado obsesivamente cada paso dado de su carrera en los últimos años, firmando acuerdos para cada disco y asegurándose de que los derechos permanecían bajo su control.

Es la personalidad de una estrella arrogante y en ocasiones insoportable incluso para los que nunca le fallan. Es la “cara b” de un veterano que tiene la suerte de conservar la fuerza, la voz y la creatividad de su juventud, con el valor añadido de la experiencia. Su último disco, recién salido del horno, es uno de los mejores y denota que lo mejor puede estar aún por llegar. En él, de nuevo letras lacrimógenas envueltas en melodías optimistas – en ocasiones muy rockeras – y en las que, en este punto de su trayectoria, se atreve a preguntarse que por qué no aceptar lo que le ocurre si, en el fondo, le gusta vivir así.

Morrissey es, es definitiva, lo que la gente llama “un tipo raro”, en cualquiera de sus definiciones. Es el perfil y la historia inacabada de un superviviente de los 80s que continúa ganando terreno y da lecciones a muchos de los recién llegados a la música. Su gancho reside en su eterna juventud, en ser un perfecto desconocido que aún guarda ases en la manga, a pesar de su medio siglo de vida. Él lo resume así: “The past is myself, and the past never dies” ("El pasado soy yo, y el pasado nunca muere").


F.R.