El intelectual discrepante no tiene medios de expresión


Entrevista al escritor Hernán Valdés



Hernán Valdés (Santiago, Chile 1934) fue quien dio el primer testimonio que denunciaba las atrocidades que estaban siendo cometidas por los canes de Pinochet. El mismo día 11 de septiembre, el Centro de Estudios de la Realidad Nacional de la Universidad Católica, su lugar de trabajo, era allanado y desmantelado por una patrulla militar. En aquellos días, Valdés había comenzado a dar forma a su novela A partir del fin (Era, México, 1981; Lom, Chile, 2004); en eso estaba cuando el 12 de febrero de 1974, todo se vio interrumpido cuando varios hombres armados se presentaron en su departamento. Así, era invitado a continuar la charla en un cuartel. Luego sería llevado a Tejas Verdes. Un mes de estadía en tan horrible lugar sería tiempo más que suficiente para decidirse a abandonar el país. Luego de su asilo en la embajada de Suecia, llega el viaje sin boleto de regreso. Una vez en Europa, y con la necesidad de denunciar las atrocidades de la dictadura, publica Tejas Verdes. Diario de un campo de concentración en Chile (Ariel, Barcelona, 1974. Lom, Santiago, 1996), traducido simultáneamente a varios idiomas. A través de estas páginas, fechadas desde el 12 de febrero y el 15 de marzo de 1974, es posible conocer los horrores de la tortura y la prisión y la bien cuidada prosa de su autor. Después vino A partir del fin, publicada tardíamente en Chile y resistida por la izquierda es, si alguna justicia literaria existiera, la gran novela sobre el golpe. Su último libro publicado en Chile, Fantasmas literarios. Una convocación (Aguilar, 2005), es un emotivo retrato de la vida literaria de la década del cincuenta y sesenta. Por sus páginas desfilan nombres como los de Neruda, Teofilo Cid, Nicanor Parra, Carlos de Rokha, Jorge Teillier, Stella Díaz Varín y, seguramente, la mejor y más emocionante evocación que se ha hecho sobre el poeta Enrique Lihn, su amigo personal. Con Fantasmas… Valdés obtuvo una excelente recepción de la crítica y el Premio Altazor, reconocimiento que es otorgado por los propios escritores. Completamente ajeno a toda camarilla literaria local, este “exiliado vitalicio”, desde su residencia en Alemania, accede amablemente a esta conversación:

Quisiera comenzar preguntándole en qué trabaja actualmente… ¿tendremos pronto un nuevo libro de Hernán Valdés por estos lares?

No creo que tan pronto. Me han hecho ver que en Chile la literatura no se vende, y las editoriales, si es que ofrecen una publicación, lo hacen en condiciones deshonorantes. Tendré una nueva novela terminada probablemente a fines de año, pero la escribo para mi propia diversión y debido al horror que me produce la consideración de que lo que no se escribe simplemente no existe, no existirá.


Con las complicaciones que tuvo su novela A partir del fin para ser publicada, tanto en España como en México, y su tardía publicación en Chile – a ecepción de Tejas verdes – ¿siente que no se ha sabido leer su obra, incluyendo nuestro país?

Es curioso, parece que he tenido más aceptación como documentalista que como novelista. Es que mis novelas no son, aparentemente, fáciles. Zoom, es cierto, necesitaría una revisión y remodelación, en gran parte. A partir del fin ha sido comprendida por pocas personas, y espero que algún día se la lea con nuevos ojos. Porque, hasta aquí, ha sido considerada como una novela sobre el Golpe, y en este sentido repudiada o celebrada. Pero esa lectura es bastante equivocada. El Golpe, y sus circunstancias, no son más que un pretexto, una situación marco, para exponer las reacciones subjetivas del personaje respecto a esta experiencia, respecto al desmoronamiento paralelo de su vida política y sentimental.


En junio recién pasado falleció Stella Díaz Varín en el más completo olvido. La prensa lo mencionó, a excepción de Lafourcade, en breves espacios, pero nadie dijo nada… Tengo la sensación de que hace cuarenta o cincuenta años atrás, puntualmente en Chile, el oficio de escritor gozaba de más notoriedad, espacio, incluso me atrevería a decir respeto… ¿Cree usted que en la actualidad todo eso se ha ido perdiendo?

Creo que eso se ha ido perdiendo en todo el mundo. Los medios audiovisuales han sustraído casi totalmente la atención que antes se dirigía a los libros. El rol de los intelectuales ha desaparecido casi por completo, en especial porque ha desaparecido totalmente el apoyo político que muchas veces les sustentaba. Desaparecida la izquierda del planeta, con todos los medios de difusión de que disponía, hoy un intelectual, especialmente el discrepante, no tiene medios de expresión. Además, la privatización de la cultura ha cerrado muchas posibilidades de sobrevivencia y expresión para los intelectuales. A todo eso hay que agregar que ya en los años 60 emergió –y no sólo en Chile–- una nueva burguesía empresarial, que suplantó a la anterior, en la que predominaban las profesiones liberales y humanísticas, y entre cuyos miembros el gusto por las artes y la literatura eran factores de prestigio. En Chile se han sucedido varios gobiernos llamados socialistas tras el Golpe: pues ninguno de ellos ha sido capaz de crear un espacio para la cultura, libre de la privatización, espacio que antes procuraban las universidades. Stella, como tantos otros, vivió en la miseria y murió en la miseria. Una institución de apoyo, una especie de fundación cultural, habría evitado estas situaciones vergonzantes, las evitaría ahora mismo y en el futuro.


Usted vive en Alemania hace más de veinte años, ¿nunca ha pensado volver a Chile?

Una pregunta que me ha hecho repetidas veces, y a la cual he respondido de diversas maneras. Volver, pero ¿por qué a Chile? Que yo recuerde, la mayoría de los exiliados volvieron porque tenían allí propiedades, familias, empleos. Había, claro, los nostálgicos de una cierta complicidad en el mal hablar, de comunicarse con gestos convencionales, de compartir mitos y navegar en el compadrismo criollo; los que vivían rodeados de íconos nacionales, incluso los que, en vez del hueso de algún santo, tenían un frasquito con tierra chilena sobre el aparador, sobre cuyo grado de contaminación no tenían idea. Y pues, yo debo ser un tipo raro, no estaba en ninguna de esas categorías: yo no me sentía exiliado de un país, sino de un proyecto político y humano de sociedad, que posteriormente las fuerzas militares que gobiernan el planeta han hecho ilusorio.


¿Mantiene algún tipo de relación con escritores, en palabras de su amigo Enrique Lihn, “del horroroso Chile”, o como dice la crítica, con el “medio literario local”?

Cuando Lihn decía eso no se refería al paisaje, que era incapaz de percibir, o que no le interesaba un comino, sino a la mentalidad reinante, al oportunismo, a la generosidad vacía de consecuencias. No, mis relaciones son muy limitadas y esporádicas. A veces recibo mensajes de elogio, como el suyo, pero sospecho que, en general, el interés por mis libros es escaso. Hay algunos que ni siquiera han sido publicados allí.


Usted dice que hay algunos libros suyos que no han sido publicados en Chile ¿A usted no le interesa publicarlos o no ha tomado contacto con los editores?

Pese a la buena acogida de Fantasmas literarios, Aguilar no se interesó por publicar otros libros míos, o si se interesó fue en condiciones muy desventajosas, que no acepté. Esperaré pues a que haya mejores ofertas.

¿Qué le parece el revival de Enrique Lihn y las numerosas publicaciones de su obra aparecidas en los últimos años? ¿Es posible leer mejor con la perspectiva que da el tiempo?

Creo que, aparte de su poesía, que fue apreciada ya tempranamente, el interés actual por Lihn tiene mucho que ver con la fascinación por su vida, que se ha
convertido en un pequeño mito, y por su manera de morir. Lihn hizo, en gran parte, un espectáculo de su vida, y no pudo resistirse a hacer también un espectáculo de su muerte. Fue un gran actor.



Felipe Reyes F.

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