Tejas Verdes



Horror chileno de exportación


El tristemente conocido campo de concentración de Tejas Verdes es el sórdido soporte dramático del texto del español Fermín Cabal. La obra, estrenada en 2002 con gran éxito de público y una excelente acogida por parte de la critica especializada en las principales ciudades españolas y de otros países europeos, se presentó el pasado mes de mayo en Galway, Irlanda, uno de los tantos países que recibió a la diáspora de chilenos en el exilio.

Un extenso muro que acusa el impacto de una ráfaga de metralleta, y al centro, un impacto aun mayor de grueso calibre. Siluetas humanas que miran el muro con sus brazos en la nuca. Sobre la acera, a los pies del muro, decenas de zapatos abandonados, apilados, y que dan forman un pequeño montículo. Otros tantos dispersos por la calle como símbolo o como huella de una tragedia o masacre masiva; en uno de los extremos del muro la silueta de un Chile difuso por el humo de los cañones; y en el otro, el esbozo de un flaco río (Mapocho) como símbolo capitalino: elementos que forman parte de la escenografía de Tejas Verdes, la obra del dramaturgo español Fermín Cabal que acaba de estrenarse el pasado lunes en la ciudad de Galway, Irlanda. Nación que albergó durante los años más oscuros de la dictadura de Pinochet a una importante comunidad de chilenos. En el marco del Cùir International Festival of Literatura, se presentó la traducción al ingles, bajo la dirección de Andrew Flynn, de un texto bien escrito, cargado de poesía y excelentemente bien documentado respecto a nuestra historia reciente.
La obra, estructurada en base a siete monólogos (todos personajes femeninos), cuenta la historia de “la colorina”, una joven procedente de la clase alta santiaguina que es apresada luego del golpe de estado por una patrulla militar debido a su vinculacióncon un joven dirigente político. Se encienden las luces y la mujer, sentada en el montículo de zapatos apilados junto al muro, va relatando aspectos de su vida antes de ser detenida, para luego dar paso al crudo relato sobre las torturas a las que fue sometida en dicho lugar de reclusión. Luego de un par de minutos la escena se vuelve inquietante y tensa; “la colorina” no omite detalles de esa terrible temporada en el infierno. Los sollozos del personaje van enfriando poco a poco la sala y la voz entrecortada por tan horrible recuerdo van llenando el cuerpo de angustia y desesperació. Luego las luces se apagan y podemos suspirar, cambiar de posición en nuestros asientos para continuar.
El segundo monologo es de una amiga de “la colorina”, personaje determinante para comprender el universo íntimo del personaje. Es ella quien le presenta a Miguel Melendez, el dirigente con el cual “la colorina” establecerá una relación amorosa (y aquí resulta inevitable la asociación con Miguel Enriquez). Esta amiga sera también compañera de selda y vejaciones. Luego es el turno de ocupar el muro a “la doctora”, un personaje que de alguna manera, quizá desde una mirada menos emocional situada en el contexto de su ejercicio profesional, dará un respiro a la fuerte carga emotiva de los monólogos anteriores. Sin embargo la humanidad no estará ausente en su testimonio ante la crudeza de los hechos presenciados. A medida que van apareciendo en escena, cada uno de los personajes ira ocupando un lugar fijo en la larga escenografía, apoyados por un excelente manejo de la iluminación, destacando con esto los distintos detalles del diseño escenográfico que complementan de manera impecable la imagen y la palabra.
El cuarto monologo corresponde a “la sepulturera”, un personaje que hará un certero retrato de la sociedad chilena representado en la composición misma del cementerio: en esa ciudad dentro de otra las distintas capaz sociales se verán representadas a través de sus moradas necrológicas: los ricos en sus palacetes de diseño europeo, cargados de estilo y abolengo; la clase media debatiéndose entre el nicho con portezuela vidriada y protección contra robos (como un pequeño departamento compacto), y la sepultura en tierra con cubierta de granito y argollas de bronce; y los de abajo, los que no logran ser propietarios ni del agujero donde posaran sus maltratados huesos, y que de no renovar sagradamente el contrato de arriendo, sus osamentas irán a parar a la ingrata fosa común del camposanto.
El siguiente personaje en escena es “la informante”, una especie de “guatón Romo” en versión femenina (sujeto este último que de tan repulsivo llega a confundirse con la ficción misma para el público que no conozca sus “servicios a la patria”); una mujer que cambia de bando según la aridez del camino. “La informante” relatara el transito de “la colorina” por el campo de concentración y cómo es la relación que establecen los militares al conocer la condición social de los detenidos. Así hasta el momento final de la detenida: su ejecución y la posterior desaparición de su cuerpo.
Y así llega el turno de “la abogada”, una jurista que defiende y justifica la posición de Pinochet y su séquito; su rol de gobernante de una nación en guerra contra “la amenaza marxista”. Este personaje mostrara, apelando al discurso y al lenguaje utilizado por quienes, amparados en el follaje de las leyes y las razones de Estado, logran armar un decorado de papel para cobijar a sicarios y capos de un clan que, en el otoño de sus vidas y protegidos por el anonimato, gozan de una tranquila jubilación con fondos públicos.
El último monologo corresponde a “la colorina” quien, como alma en pena, vuelve a sorprendernos y a conmovernos con su testimonio, con la terrible e inexplicable experiencia vivida; pero también vuelve para agradecer, para decirnos que en medio de la brutalidad había manos que se extendían para proporcionar alguna cuota de alivio. Así concluye esta atractiva puesta en escena que permite conocer al mundo parte de un oscuro capítulo de nuestra historia. De esta forma, el horror de las torturas de Pinochet, al paso de los años y cualquiera que sea la lengua, no deja de impresionar y conmover.


Felipe Reyes F.
Galway city, Irlanda.

1 comentario:

Unknown dijo...

Al Igual que en Londres 51 Tejas Verdes sirvio para que los milicos jueguen a la CIA con unos ciudadanos chilenos que creian en una revolucion pacifica, cosa que me parece bastante normal dentro de todo, porque creo que que si tienes un sentido comun era lo que habia que hacer con Chile hace mucho tiempo atras. Me Parece increible que no se pierda la memoria.